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ESTÉRILES

14 de sep de 2024

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En la parábola del sembrador, Lucas 8:11-15, el Señor nos enseña cómo se recibe la Palabra según el estado del corazón de cada persona. A través de diferentes tipos de terreno, nos muestra las distintas respuestas que encontramos:

  • Semillas junto al camino: Estas son las personas que oyen la Palabra, pero el diablo se la arrebata del corazón para que no puedan creer. Su resistencia a la verdad es rápida y efectiva, dejando sus corazones vulnerables y vacíos.

  • Semillas sembradas en piedras: Son aquellos que reciben la Palabra con gozo y entusiasmo, pero carecen de raíces profundas. Cuando enfrentan dificultades o pruebas, rápidamente se apartan. La falta de fundamento es un recordatorio de la importancia de cultivar una fe que sea capaz de resistir las tormentas de la vida.

  • Semillas sembradas entre espinos: Este grupo escucha la Palabra, pero se deja ahogar por las preocupaciones, las riquezas y los placeres mundanos. Sucumben ante las distracciones que el mundo ofrece, olvidando que una vida plena no se encuentra en lo efímero, sino en lo eterno.

  • Semillas sembradas en buena tierra: Son aquellos cuyo corazón está abierto y receptivo. Retienen la Palabra en un corazón bueno y recto, generando así una abundante cosecha. Aquí encontramos el ideal del creyente, capaz de dar fruto y contribuir al crecimiento del Reino de Dios.


Sin embargo, no podemos pasar por alto a aquellos que, aunque la Palabra entra en sus corazones y crecen como árboles, permanecen estériles. Nos encontramos, entonces, ante la parábola de la higuera estéril, en Lucas 13:6-9. "Tenía un hombre una higuera plantada en su viña y vino a buscar fruto en ella, y no lo halló; córtala; ¿para qué inutiliza también la tierra?’ Él entonces, respondiendo, le dijo: ‘Señor, déjala todavía este año, hasta que yo cave alrededor de ella y la abone. Y si diere fruto, bien; y si no, la cortarás después’". Este pasaje nos confronta con la realidad de que, a pesar de la apariencia de crecimiento, el verdadero propósito de la vida cristiana es dar frutos que glorifiquen a Dios.


Al reflexionar sobre esto, nos damos cuenta de que hay personas que asimilan la Palabra y disfrutan de su alimento espiritual, pero no producen frutos. Tal vez se conforman con una existencia espiritual lo suficientemente buena como para no perecer, pero ignoran que también pueden nutrir su esencia. Este descuido no solamente se manifiesta a través del pecado, sino también en la indolencia espiritual, donde el alma permanece dormida ante la urgencia del crecimiento y la producción de frutos.


Sin embargo, en Su infinita misericordia, el SEÑOR nos ofrece oportunidad tras oportunidad. Su Palabra nos asegura que hay un tiempo para ser abonados y fortalecidos, un tiempo que debemos aprovechar para despertar de nuestra apatía y permitir que Su gracia transforme nuestras vidas. Este es un tiempo propicio para dar buenos frutos, evitando ser cortados y echados al fuego, como advertido en Mateo 3:10.


Debemos levantarnos de la somnolencia espiritual y tomar una decisión consciente sobre nuestra identidad ante los ojos de Dios. Si solo somos árboles sin un propósito definido alineado a la voluntad de Cristo, corremos el riesgo de convertirnos en aquellos a quienes Él aborrece. Como se expresa en Apocalipsis 3:15-19: “Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca.


Debemos estar atentos ante a estos tiempos que son muy difíciles y es cuando más el SEÑOR necesita personas que estén bien establecidas en sus caminos y con corazones dispuestos a su obediencia.



14 de sep de 2024

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Artículos cristianos, estudios bíblicos

Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que pertenece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada pueden hacer.

(Juan 5:15)

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